Fase a fase

“Paso a paso” nos solían decir cada vez que nos moríamos de ganas. “Tiempo al tiempo” nos susurraban cuando necesitábamos respuestas.
“Fase a fase” nos gritábamos desde los balcones esperando a abrazarnos de nuevo.

Nadie nos enseñó a amar, y mucho menos a distancia. Tampoco nos advirtieron lo amargo que sabe dar los buenos días cuando no puedes preparar café para dos, porque uno siempre se enfría.

Como también se enfrían los sentimientos cuando no puedes tocarlos, ni olerlos, ni sentirlos. Cómo duele pensar que el tiempo hace mella en el recuerdo y la distancia siembra vacío en el corazón.

Pero, a pesar de todo ello, aprendimos. Aprendimos a cuidar las amistades y a llamarnos cada día sin tener nada que contarnos.
Aprendimos a sonreírle a un objetivo cuando recibíamos una llamada entrante y a tomarnos unas cañas aunque no pudiéramos brindar por nosotros. Aprendimos porque no tuvimos más remedio.

Qué amargas fueron las semanas que pasamos separados de los nuestros y qué dulces saben ahora esos cafés cada vez que oímos el timbre de la casa, sin miedo a que se enfríen de nuevo.