La noche ha llamado a mi puerta, pero no le quiero abrir. No eres tú el que llama, sino la oscura soledad de tu silencio. Hoy han llamado a mi puerta preguntado por ti.
Quiero recuperar ese poder, el de oler la nada y acariciar la ausencia. Ese poder que perdí por cerrar los ojos y subordinarme a la indolencia.
Sigo oyendo tu nombre y la madera crujir, pero yo permanezco en mi cama somnolienta y abrumada preguntándome quien toca la puerta preguntando por ti.
La noche ha llamado 43 veces, pero no veo luces ni sombras. Ni arena, ni huellas que revelen tu presencia. Porque no eres tú quien llama, sino la voz de mi conciencia.