Estuve llamando a esa puerta día tras día, noche tras noche.
Llamaba con esperanza, a veces con impaciencia, pero siempre con perseverancia.
Llamaba con la ilusión de que esa persona me recibiera con los brazos abiertos y la puerta de par en par.
Quería entrar en esa casa porque me sentía parte de ella… parte de él.