Nadie nos advirtió que las despedidas saben a mar.
Que la sal que recorre las mejillas también escuece.
Y que, por las que quisimos evitarlo,
el verano se marchó alejando de nosotros
esos atardeceres sobre la arena templada.
Nadie nos advirtió que las despedidas saben a mar.
Que la sal que recorre las mejillas también escuece.
Y que, por las que quisimos evitarlo,
el verano se marchó alejando de nosotros
esos atardeceres sobre la arena templada.