mi gran aficion

Mi gran afición

Me he convertido en una aficionada del highline. Lo más curioso es que no tenía ni idea de esa faceta, pero estoy aprendiendo a mantener el equilibrio viviendo al límite, sobre una fina cuerda que me lleva a no sé dónde. Al principio siempre es duro, sobre todo cuando decides subir a ese hilo enclenque, pero una vez arriba solo te queda caminar, mirar hacia adelante y lo más difícil, no tener miedo. Si pones el pie mal, te caes. Si toses, te caes. Si miras hacia abajo, te caes. Si hablas más de la cuenta, adivina. Te caes. Pues así estoy viviendo esta etapa de mi vida, intentando mantener el equilibrio pero con un vértigo de narices. Lo peor viene cuando creo que domino la situación, ahí es cuando estoy perdida, pero merece la pena. Merece la pena porque las vistas son preciosas; porque aprendes a volar sin miedo; porque descubres que eres fuerte a pesar de las caídas; porque sí; porque es una experiencia que hay que vivir.

Como todo deporte de riesgo siempre llega el momento de plantearse seriamente las cosas. Es entonces cuando vienen los recuerdos, cómo era tu vida antes de vivir sin miedo, esas decisiones premeditadas que te salvaban el cuello, esos “ten cuidado” de tu madre, esos ataques de nervios que se desvanecían con el abrazo de un amigo. Pienso en todo ello mientras me vuelvo a subir a la cuerda. Y no, esto no es un vicio. Puede que mi afición por el highline tenga caducidad y que, probablemente, lo deje durante un tiempo, pero mientras dure quiero seguir disfrutando de las vistas.